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Procesos de Creación Culinaria… En tiempo real

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Es costumbre (y muy buena, por cierto) en un gran número de restaurantes, que aprovechando la mayor afluencia de clientes, los gerentes, ofrezcan a sus chefs un pequeño espacio creativo personal añadiendo a su oferta dos o tres platos elegidos a discreción del mismo, que no necesariamente han de seguir la línea habitual marcada por la empresa; personalmente pienso que es el momento más divertido de tu semana de trabajo.
Dando por válida la famosa frase de Jaques Maximin que tanto inspiró a Ferrán Adriá: «Crear, es no copiar» (desde luego su dialéctica no alcanza a su indudable genio gastrónomico…) aunque solo sea por evidente, efectivamente cuando creas, quieres hacer algo nuevo  que no sea la repetición constante de lo que de manera rutinaria haces ya todos los días y que además pueda resultar atractivo y diferenciarte de tus competidores.
Siempre he pensado que la capacidad creativa de cada uno, aunque pueda ser innata, es directamente proporcional a la potencia de las alas con las que equipas a tu imaginación, cuanto más las ejercitas, más fuerte será el torrente de ideas que desborde tu cerebro. Afortunadamente para mi, la envergadura y resistencia de las mías sigue estando en buena forma aún cuando de lejos, empiezo a escuchar a Pavese recitando como un susurro lejano su cuento del hombre viejo. Todavía, cuando me pongo delante de un producto me emociona pensar que puedo crear un trocito de vida dentro del pequeño ecosistema que me ofrecen los bordes de un plato… Lechos de olor marino sembrados de salicornias, correr montes de olor salvaje a lomos de la cierva de patas de araña (si, la misma a la que venció Hércules) y como no, batir las nubes sobre la espalda de una paloma torcaz… Disfrutar del exótico y erótico dulzor del cacao, la caña de azúcar y el café en lo mas profundo del África negra, suena bien.
El siguiente paso es un poco más largo, y es justo aqui donde el conocimiento se da la mano con el pensamiento, la imaginación se posa durante un rato en tierra firme para sentir en sus manos lo que hace poco rato solo podia oler en el aire, los sabores, como una cadena de ADN perfecta, empiezan a engarzarse unos con otros y las texturas empiezan a tomar forma… Cortas por aquí y pegas por allá, añades un poco de gracia y combinas un poco de esto y de aquello… Lo dicho, conocimiento y pensamiento trabajando sin descanso.
El último paso, el más difícil de todos, el mas tenso si cabe, el momento en el que imaginación, conocimiento y pensamiento se someten al temible juez de la inteligencia, si, el más divino de los dones del hombre, decide si todos los procesos anteriores han sido válidos,  o por el contrario eres reo de volver a repetirlos. El juicio será duro, en tu contra el implacable fiscal de la autocrítica, como abogado defensor tu propia honestidad, esa que en muchos casos tanto escasea. Abre la boca y comprueba que todo lo dicho antes es cierto, que el plato que acabas de crear, realmente provocaría la erección del frio mármol del David de Miguel Ángel,  que la misma venus de milo recuperaría sus brazos para con la más lujuriosa gula, devorar el pedazo de vida que tu aliento y trabajo han creado al más puro estilo del dios de Abraham(ruego me disculpen los creyentes por esta licencia poética, no hay mala fe).
No esta nada mal sentirse así aunque solo sea por un rato ¿verdad? Para mi, esto es la creatividad.
Para ser ateo, creo que se me ha ido un poco la mano con la mitología… Quizá me haya retozado demasiado en cierta cursilería, ya lo juzgará el lector, en mi defensa, decir que el objetivo de esta dramatis personae que es Cookin’Up, no es otro que el de escapar de la vulgaridad, de lo banal y vacuo que todos los dias soportamos al pié del fogón.
Sin más que decir por hoy, se despide de vosotros vuestro más ¿sincero? servidor.
Cookin’Up

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