Iros todos a tomar por culo

Toda mi vida ha estado jalonada de canciones, una canción fue la causante del nombre que lleva mi hijo, una canción elegimos mi compañera y yo como idea y referencia de nuestra relación y la canción Growin’Up de Bruce Springsteen da nombre a este blog. Casi todos los momentos importantes de mi existencia están asociados a una canción. Si de todas ellas tuviera que elegir una que, de verdad, relatara una obsesión que me ha perseguido desde que era un adolescente, esta seria “We all die Young” del grupo ficticio Steel Dragon, una banda creada ex profeso para la película Rock Star, un film protagonizado por Mark Whalberg que nos cuenta la historia de Chris, un chico normal que idolatra a esta banda y que, por vueltas del destino, acaba siendo el vocalista principal de la formación musical viviendo un montón de divertidas aventuras.  En la escena donde tocan este tema, empieza con una intro que no deja de ponerme los pelos de punta después de tantos años:

“Yo solo soy un tío corriente que ha crecido con los posters de estos tíos en la pared y, ahora, soy uno de ellos. Así es y aquí estoy, la prueba viviente de que, si trabajas a tope y lo deseas a tope, los sueños se hacen realidad. ¡¡Perseguid vuestros sueños tíos, perseguidlos, porque todos moriremos jóvenes!!”

Si hay algo a lo que sí he tenido miedo de verdad desde que era un chaval, ha sido precisamente a morir joven y no me refiero a la muerte orgánica, si no precisamente a que, el peso de los años destrozara mi capacidad de imaginar el mundo de otra manera, siento un profundo temor a que el equilibrio que, con tanto esfuerzo he conseguido, se convierta en una losa sin epitafio que acabe sepultando mi alma antes de aprender a tocar el violín con el suficiente virtuosismo. El tiempo suele enseñar, casi siempre por las malas, que muchas veces toca hacer cosas que no quieres, que toca tragarse más de un sapo y que, para bien o para mal, la gente de a pie no goza de ningún tipo de inviolabilidad que le proteja de los vaivenes de la vida. Tengo la suficiente experiencia como para saber que la derrota es una gran maestra que te enseña realmente quién eres y que te ayuda a definir hasta dónde estás dispuesto a llegar y esa es, sin duda, su mejor lección.

Fernando Pessoa en su obra La hora del Diablo nos dice que un sueño es una acción convertida en idea, es decir, un sueño más que una manifestación mitológica o metafísica de la mente o el alma humanos es, en realidad, un proyecto, una meta. Para los que crecimos durante el S. XX este pensamiento era también una forma de entender la juventud, crear tu propia identidad, imaginar el lugar al que querías llegar, eran el combustible perfecto para avivar el fuego de corazones adolescentes que no deseaban otra cosa que su vida les perteneciera. A pesar del vértigo que te producía poder equivocarte al tomar decisiones importantes que pudieran cambiar tu futuro, no había más opción que dar el paso adelante y aceptar ese riesgo por que eras consciente de que era la única manera de conseguir tu independencia. Hoy los grandes referentes del pasado siglo o han muerto o les queda medio telediario eso, si con suerte, no están seniles; intelectuales y políticos de uno y otro signo que, si algo tenían en común, era que nunca tenían miedo de tomar partido por aquello en lo que creían y vivir según sus criterios, aunque se pudiera pensar que fueran contracorriente, su legado ha dado paso a una corrección política muy tergiversada que manosea y soba a la libertad como un viejo verde y baboso lo haría con un cuerpo joven y hermoso y de paso, le da una buena patada en los huevos al lisboeta universal, tienes que tener tanto cuidado de no ofender sensibilidades ajenas, ya sea de palabra, obra u omisión que casi es un milagro que puedas da pasos en algún sentido; la idea de la debida empatía que nació en la pasada centuria con el objetivo loable de ver al otro como un igual con circunstancias diferentes, se ha convertido en la dictadura de los complejos del majadero/a que puedas tener enfrente, lo dicho, toda una patada en los huevos al pobre Fernando.

La epidemia de COVID-19 ha sido el memento mori particular de los países de la OCDE y, como los viejos generales romanos, hemos preferido no escuchar la voz del esclavo y optar por la petulancia y el egoísmo propios de los que se sienten moralmente por encima de los demás y tomar como referente de libertad el hacer lo que nos salga de los cojones, eso sí, mientras no ofendas los complejos de tus congéneres, puedes quitarles el pan de la boca o dejarlos sin casa mientras no les des a entender que son lo suficientemente estúpidos como para haber defendido las leyes que te lo permiten y los convences de que,  además, es justo; no vaya a ser que un dia tú también puedas ser équites y no puedas hacer valer tu imperium. Seguramente haya quien después de leer este párrafo dictamine que soy un pedante que quiere dárselas de listo por incluir palabras en latín sin explicar lo que significan, también estoy seguro de que no se plantearán coger su móvil y acudir a un buscador de internet para saber de qué coño estoy hablando.

Escribo todo esto mientras escucho en el telediario la noticia de la muerte de Diego Armando Maradona, alguien que, a pesar de ser uno de los mejores futbolistas del mundo (algo que yo no puedo desmentir debido a mi inmensa ignorancia deportiva), pasará a la historia solo por ser un vulgar patán ascendido a categoría de deidad al que llora todo un país, algo similar a lo que pudo ocurrir con Pablo Escobar en Colombia, salvando las debidas y justas distancias, ambos fueron dos personajes cuya aportación a la mejora y evolución humanas fue cuanto menos cuestionable y que la posmodernidad ha tenido a bien convertir en leyenda, es curioso ver como las contradicciones propias y naturales del hombre, consiguen acomodarse en una mullida y conveniente ambigüedad.

Después de escribir todo esto me resulta fácil elegir una canción que de por terminado este post, se trata del tema de Extrechinato y Tú, Una sola puerta, no creo que haga falta explicar nada más.

Un saludo desde Cookin’Up.

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